2011/02/17

Olympia


Jueves 24 de junio de 2010:

Hoy hace tres semanas que salimos de Medellín y para mí todavía me quedan 20 días de estadía en Europa. Apenas voy en la mitad. Pero muy bien, aunque en estos dos días he sentido un dolorcito en las rodillas, consecuencia de las caminadas largas.  Olympia será la última población que visitemos y el último desembarque del Crucero, antes de continuar el regreso hasta Venecia. Aquí se celebraron los primeros Juegos Olímpicos en 776 a C. 

Estando en  Katakolon a donde llegamos en el barco, abordamos un tren para Olimpia, a solo 45 minutos de allí. El pasaje en tren muy moderno y cómodo costó solamente 2.5 euros ida y vuelta y salió como estaba previsto, a las 11:11 en punto. 

El lunar fue la chica que le suministró la información a Jorge, nuestro traductor oficial, le respondió como brava. Un comportamiento similar tuvo la otra empleada que vendía las boletas a la entrada de las ruinas, le habló a Jorge en un todo nada amable para informarle que debía guardar el bolso antes de entrar.  Tan distinto a como la gente atiende a los turistas en Colombia donde nos toca asegurar el regreso de otros turistas. Acá en Europa algunos lugareños son toscos y hablan sin sonreír, y es que para muchos tantos extranjeros todos los días son un problema.

Este tren también tiene como un pequeño escritorio frente a cada asiento de las ventanas, lo cual para mí es un gran valor agregado que me permite comodidad para hacer el borrador del diario. Me puse a observar los alrededores de la carrilera. Siempre se ven como matorrales o dos o tres casas un tanto deprimidas, algo extraño en Europa; pero también cultivos de cítricos, aceituna y uvas. Unas crucetas que conducen cables eléctricos me recordaron también  nuestras ciudades subdesarrolladas. Sin embargo, las carreteras por acá si se ven en muy buen estado y otra cosa, casi que en cada casa hay sobre el techo un calentador de agua con energía solar. Qué bien.

A las doce en punto llegamos a Olimpia e inmediatamente entramos a las ruinas. Para llegar allí debimos caminar unas ocho cuadras que se me hicieron largas. Antes Mauricio, el bogotano, nos había recomendado ir de todas maneras, pues el sitio era bien bonito. 

El ingreso al campo cuesta 6 euros por persona. Inmediatamente le devolvieron a Piedad del billete de 500 € se vino un chaparrón del cual nos escampamos debajo de la portada. Pero duró poco y luego fue una bendición el que hubiera nubes porque nos protegieron del sol canicular. La caminada siempre fue larga a través de indicios de ruinas.



La verdad no me parece que vale la pena venir acá para ver vestigios de muros o columnas tan insipientes. Solo vimos tres erectas con sus cornisas completas. Lo que más me gustó fue el arco de piedras labradas que hay al final antes de un campo como de fútbol.Y es que muchas de las ruinas reposan en Museos fuera de Grecia como este que, debió ser, un hermoso Friso:


Lo demás había que suponerlo o adivinarlo, por ejemplo nos hizo falta una guía que nos dijera el lugar exacto en donde se enciende la llama olímpica cada cuatro años.  Fue Wikipedia quien me ilustró al respecto:

La llama olímpica de los actuales Juegos Olímpicos se enciende en el estadio de esta ciudad mediante el reflejo de la luz solar en un espejo parabólico, tras lo cual se transporta en una antorcha al lugar que acoge los juegos (normalmente dando un gran rodeo pasando por las principales ciudades de todo el mundo).



De regreso a la estación del tren pasamos por el pueblo de Olimpia que en el centro tiene almacenes muy bien presentados y de productos costosos y unos restaurantes con mesas afuera bastante bonitos y acogedores.

A la 1:50 en punto y cumpliendo el horario establecido arrancó el tren camino de regreso a Katakolon. Ya por este sitio y a esta hora el cielo está completamente abierto y hace un sol bien fuerte. Parece que en estos países de estaciones el tiempo cambia rápido de lluvioso a soleado. 

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