2010/08/27

Lisboa (Portugal)

Lisboa

Lunes 7 de junio de 2010:

Son las cinco de la tarde, atrás quedó Badajoz de la Frontera, ciudad a la cual no entramos. Venimos de Mérida en donde almorzamos y esperamos llegar esta tarde, antes que anochezca, a la capital de Portugal. Ya no se ven sino vehículos con la P en la placa, que identifica al país lusitano. Los avisos de la carretera están escritos en portugués.

‘2 líneas de seguranza’: como medida de precaución para dejar suficiente distancia entre un vehículo y otro.

‘Prepare pagamento’: advierte antes de llegar al peaje.

Pasamos el primer peaje que en Portugal sí son costosos: hasta 26 € cuesta el que está más cerca a Lisboa.

A lado y lado de la autopista entre Badajoz y Lisboa se ven cultivos preciosos: a veces arbustos como el olivo; otras veces plantas medianas de ramas caprichosas que tal vez son viñedos; o matas pequeñas y muy verdes formando hileras completamente paralelas.

Una de las compañeras hace notar un dato curioso: en lo que llevamos recorrido no hemos visto ni un cementerio ni una cárcel. Este de hoy es uno de los recorridos más largos, que nos compromete el día completo. Por eso en este tramo hasta Lisboa está manejando Margarita para que nuestro guía, a quien cariñosamente llamamos Donald, descanse un poco.


A las siete de la tarde ingresamos a la capital de Portugal por el puente Vasco de Gama, sobre el río Tajo, uno de los viaductos más largos de Europa. A primera vista, y guardadas las proporciones, Lisboa se me parece a Barranquilla por el hecho de estar cerca del mar y tener un gran río al lado. Aquí también el río se vuelve mar cuando vierte sus aguas al océano Atlántico. De todas maneras la capital portuguesa es una ciudad abierta al mar. También es llamada ‘la ciudad de las siete colinas’.

La primera impresión que tenemos de Lisboa y en general de Portugal es que es uno de los países más rezagados de la Unión Europea. Sin embargo la comunidad de Europa le ha dado un jalón tal que en poco tiempo podría ponerse al nivel de los demás estados. En Lisboa nos hospedamos en el único Hotel que nos ha tocado con llave metálica y no tarjeta de chip. Eso muestra cómo Portugal está un poco atrás con respecto al desarrollo de los demás países de la Unión Europea.

Alguien del grupo decía que Lisboa es una ciudad muy hermosa, solo que hace falta un trapo húmedo y algo de jabón para darle una limpiadita. Porque sí, los hermosos edificios de arquitectura antigua se ven un poco sucios y faltos de mantenimiento. Lo mismo los innumerables monumentos públicos, estatuas y amoblamiento urbano.

Pero nos encantó esta ciudad incluso en el poco tiempo que llevamos recorriéndola. Lisboa tiene unos cuatro millones de habitantes. Algunas de las avenidas del centro son amplias y bien arborizadas. Tal es el caso de la Avenida Libertad, por la que anduvimos después de dejar la camioneta.

Hace poco pasamos por una plaza de toros de construcción muy especial pues tiene cebollas semejantes a las que lucen algunas edificaciones rusas. Lisboa tiene Metro, Teleférico y un tranvía antiguo que le recuerda al visitante los vehículos que también circulan por las empinadas calles de San Francisco.

A las 7:30 de la tarde dejamos la camioneta Mercedes en un parqueadero y salimos a caminar por el centro histórico de la capital lusitana. La tarde está muy agradable, nos sentimos plenos de felicidad conociendo esta metrópoli, hace una brisa fresca que obliga a las damas a abrigarse un poco.

Casi cada glorieta tiene esculturas hermosas para honrar a los héroes portugueses. Lástima que apenas dispongamos de unas horas para conocer esta ciudad. Sobran los monumentos patrimoniales, las iglesias góticas y los edificios republicanos con balcones de rejas en forja y algunos decorados con matas de flores rojas. Parte del centro tiene el piso adoquinado como con tabletas de mármol de 7 por 7 centímetros, muy bonitas. Algunos andenes están decorados con figuras geométricas o arabescos preciosos formados con piedras pequeñas semejantes a un mosaico.

Pasé por la plaza en donde está la estatua del poeta lusitano Antonio Ribeiro, llamado ‘El Chado’. A sus pies un músico callejero preparaba su instrumento. Fotografié el hermoso obelisco que conmemora la independencia de Portugal frente a España en 1.640. Dicha columna está en el centro de la Plaza de la Restauración, con su hermosa diosa de la libertad abajo.


En Lisboa, como en casi ninguna otra ciudad, los taxis son de color negro y verde. Nos ha impresionado la cantidad de autos Smart, esos mini de la Mercedes Benz con diseño muy particular. Para los barrios altos se utiliza el tranvía o el teleférico. Precisamente para subir al mirador nos subimos a uno de esos aparatos que tiene una tarifa muy alta: 1.40 €, si se tiene en cuenta que el ascenso no va más de ocho cuadras. Pero lo importante es estar en el parque de arriba antes que anochezca.

Y sí, nos deleitamos observando gran parte de la ciudad desde el mirador alto. Ahí uno se da una buena idea de Lisboa, los puentes que cruzan el río Tajo, el Castillo de San Jorge, al fondo y arriba, teatros, hospitales, conventos e iglesias. La vista es encantadora e ideal para entretenerse en horas de la tarde. Los edificios modernos están más en las afueras, más allá del Centro Histórico que se encuentra al pié del mirador.


Antes que anocheciera bajamos a pié por calles inclinadas por las que transitan tanto los autos como el tranvía. Y qué bellos, se ven esos coches antiguos que se alimentan por medio de un pantógrafo que mantiene el frotador en contacto con la catenaria. La mayoría tienen publicidad y colores vistosos que constituyen un adorno para la ciudad y se ven muy románticos y hermosos; parecen réplicas de juguete.

Caminamos por una especie de zona rosa hasta llegar a la Plaza del Comercio, una explanada inmensa y muy agradable para recibir la noche y divisar hacia el río Tajo, que pasa ahí no más por el frente de la explanada. Al paso de un yate, el río se enfurece y genera olas que llegan hasta la ribera. Desde acá se aprecia el puente 25 de abril, un puente metálico antiguo por el que atravesaremos ahora para llegar hasta el Hotel en Setúbal. A un lado del puente hay una imagen gigante del Sagrado Corazón. La simetría de esta plaza es increíble. En el centro está el monumento con la estatua ecuestre del Rey José I. La Plaza tiene una puerta de entrada, el llamado Arco del Triunfo, con esculturas en mármol bellísimas. Sobre ese portal que da acceso a la calle Augusta, se ve a una diosa coronando a dos personajes heróicos.

Otro monumento famoso en Lisboa es la torre de Belén, ubicada en la desembocadura del río Tajo. Es una torre hecha en piedra blanca, rodeada de agua por todas partes y a la cual se accede después de atravesar un pequeño puente. Fue construida en el siglo XVI por Manuel I y tiene características propias del arte naval, islámico y oriental. Por supuesto que no alcanzamos a llegar hasta allá, pero queda pendiente para un futuro viaje a Lisboa. Tampoco estuvimos en la Plaza Figueiros, otro sitio emblemático para los lisboetas, donde se encuentra la estatua ecuestre del Rey Juan I. Cerca de la Plaza del Comercio está también la Plaza del Ayuntamiento con su famosa columna en espiral en el centro de la plaza.

La Condesa de Llanogrande dice que lo único que le falta a esta ciudad es una caja de axión, una motobomba y varios cepillos para darle una manito de limpieza. Pero Lisboa es preciosa y tiene mucho para admirar. Álvaro fue por la camioneta y al fin llegó a las 10:15 de la tarde cuando ya comenzaba a oscurecer y ya habían encendido las luces de los edificios antiguos.

Cerca al malecón comimos pizza a manera de cena y después fuimos en el carro hasta el monumento a los navegantes. Es hermoso y con razón honra la memoria de Enrique el Navegante y tantos marinos que tuvo Portugal en épocas pasadas. Porque los portugueses han sido toda la vida viajeros y navegantes por vocación. Las esculturas que posee el monumento a los descubridores tienen detalles muy finos y son de una belleza asombrosa.

Con las Duque anduve también por los lados de la Catedral. Qué belleza de iglesia. Ahí cerca está, también iluminado, el Centro Cultural de Belem y otra bella construcción: el Centro Nacional de Arqueología que data de 1.893 y al igual que la catedral fue diseñada en estilo gótico puro.

En fin que a las 11:30 de la noche, muy a nuestro pesar dejamos la capital de Portugal para llegar a Setúbal, puerto sobre el mar, a media hora de la capital y en donde nos hospedamos en el Novotel. Es impresionante la manera como Alvaro, nuestro guía se desenvuelve en esta ciudad a la que no venía desde hace cuatro años.

Luego de dar algunas vueltas llegamos a nuestro hospedaje donde pude utilizar el Internet por media hora para comunicarme con mis familiares. Así que después de bajar maletas, registrarnos y demás, solo a las dos de la mañana pude dormir, eso sí muy satisfecho del día intenso que vivimos hoy. Lisboa nos encantó a todos.

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