2011/01/18

Florencia

Jueves 17 de junio de 2010:

A la una de la tarde muy fácilmente llegamos hasta el Hotel Ibis de Florencia. Cayó un chaparrón tan fuerte que derribó un árbol, pero afortunadamente llegamos a la ciudad cuando ya había escampado. Como entramos por el sector del Terminal de Transportes tengo como una sensación de inseguridad en Florencia. Se ven jóvenes africanos vendedores de sombrillas huyendo despavoridos de los funcionarios de espacio público. Mi primera impresión es que Florencia es semejante a cualquier ciudad grande que difiere de las otras eso sí,  por su valioso centro histórico.



Después de dejar el equipaje en el hotel, parqueamos en el centro y fuimos a almorzar pollo sudado y espaguetis muy ricos. En Europa solo acostumbran un tipo de pan básico para acompañar las comidas, de cáscara dura y masa tierna. Las servilletas en los distintos comedores son de extremos. A veces tan grandes que parecen manteles de papel muy suave y ahora muy pequeñas y como tostadas, nada absorbentes. Otra cosa que nos extraña es que el café con leche lo sirven en vaso de vidrio transparente. Algunas palomas atrevidas se meten hasta el restaurante en busca de migajas.

Son las tres de la tarde y vamos a conocer las riquezas arquitectónicas y esculturales de Florencia. Primero pasamos frente al Baptisterio de San Juan Bautista y  la Catedral de Santa María del Fiore y su famosa cúpula obra de Filippo Brunelleschi que además,  tiene la puerta tallada en el más fino bronce. También decoran el templo imágenes en alto relieve y decorados únicos.



Luego bajo llovizna pasamos por la Plaza de las Bellas Artes y nos dirigimos al Museo de Instrumentos Musicales y Pinturas Renacentistas para admirar, sobre todo, el David de Miguel Ángel. En el camino me llaman la atención algunas ventanas hechas con varillas de hierro gruesas y muy fuertes.

Pero hoy no funcionó bien la logística. Por una parte los ocho perdimos más de una hora haciendo fila para entrar al Museo, cuando hubiéramos podido hacer turnos para que solo dos personas esperaran en la fila y el resto anduviera por otros sitios de interés. Y más tarde a mi me tocó esperar a mis compañeros mucho rato pues si bien se había dado como punto de encuentro la esquina de la Vía Gori con Ginori, no se acordó una hora exacta para estar allí. Las muchachas se demoraron bastante haciendo compras en la calle de la paja donde se consiguen corbatas, bufandas, productos de cuero artificial y accesorios, a buenos precios.


 Ya dentro del Museo me extasío contemplando ante todo el famoso David de Miguel Ángel. Pensé que era de tamaño natural, pero no, tiene una altura mayor que la de un hombre normal. De verdad cuánta perfección. Recuerdo cómo en cuarto de bachillerato el profesor de historia nos contó la exclamación de Miguel Ángel cuando terminó la escultura:

‘Por qué no hablas?’

Y el libro de Historia en el cual estudiamos contenía la foto de la escultura original que ahora tengo el privilegio de contemplar. Varios minutos permanecí allí extasiado frente a semejante pieza del arte universal. A mi lado algunas chicas sentadas en el suelo pintan la obra a lápiz y con gran habilidad. Se nota que son estudiantes de Artes y están aprovechando su estadía en la Meca de la escultura.

En seguida vimos la Catedral de Florencia por fuera. Ya escampó e intenta salir el sol. Esta ciudad se merece un día más radiante para nuestra visita. Mientras tanto degusto un helado picolo, (pequeño), por 2 euros. Y completo el refrigerio con seis tajadas de queso amarillo en un mini mercado por 2.65 €. Me llama la atención cómo pasan en bicicleta hombres de saco y corbata y mujeres en tacones  que seguramente van de sus trabajos a la casa cercana al centro.

Ah no, pero es que Florencia sí es la capital del arte renacentista, toda una preciosidad. Fotografío detalles de la Catedral de Santa María. Qué cantidad y cómo son de hermosos esos complementos artísticos. Retablos, nichos  e imágenes de santos; apliques en jaspe, columnas salomónicas, todo ello en el más fino mármol.  Estar acá es una dicha, máxime si uno tiene un mínimo gusto por lo bello y  artístico. Ahora entiendo por qué la dinastía de los Médicis hizo de Firenze la cuna del Renacimiento Italiano. Los Médicis fueron los banqueros del Papa y por encargo suyo se crearon muchas de las obras que admiramos hoy de Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y Botticelli.



El Gran Cisma con el traslado del Papado a Avignon, lo mismo que la Peste Negra hicieron que hacia el siglo XV en Florencia se revaluaran los cánones artísticos del Medioevo para que, en adelante,  la cultura y el arte se centraran en el Hombre y se retomaran los valores propios del Arte Clásico Griego y Romano. El centro de este Movimiento Renacentista fue Florencia, la ciudad por la que orgullosamente caminamos ahora.

La Plaza de la Señora que está alrededor del Palacio del Vecchio es todo un museo al aire libre en donde se puede ver a Cosme I, fundador del mecenazgo de los Médicis, montado en su caballo, y otras de las hermosas esculturas de Giambologna, un artista de origen francés radicado en Florencia.  El Rapto de las Sabinas, escultura famosa por su composición en espiral; lo mismo que Hércules dominando al Centauro Neso, son dos bellas esculturas de Giambologna que tuve oportunidad de fotografiar.



La fuente de Neptuno en mármol en fino de Carrara es preciosa y se dice que los rasgos del rostro del dios romano corresponden a los del Cosme I de Médicis. También me impresionó ver a Judith  quien sedujo a  Holofernes y luego le cortó la cabeza. Allí en un costado de la plaza se puede apreciar mejor  una copia del David de Miguel Ángel. De color azul, puede verse también el Perseo de Cellini.   



Aquí se ve gente de todo el mundo y hasta ‘de cuatro ojos’. Muchos orientales, generalmente de piel muy blanca. Jóvenes que conocen la ciudad en bicicleta, programa que me hubiera encantado a mí. Dos señoras que llevan cada una dos perros cargados. Niños en coches arrastrados por sus padres. La diversidad es evidente en Florencia. Gente de todos los tamaños, nacionalidades y condición social. Las calles parecen una pasarela. Se ven modas un tanto atrevidas, pero en general ahora en verano los turistas visten de manera muy informal.

A las 6:30 se reunió de nuevo el grupo y juntos pasamos por el Palacio y la Torre del Vecchio, hasta llegar al río Arno atravesado por hermosos puentes con arcos de medio punto. Desde ese sitio se aprecian otros dos puentes, uno al oriente y el otro al Occidente, de los seis que son en total. Sobre el puente del Vecchio hay hombres morenos, seguramente de origen africano que  venden carteras baratas. Algunas mujeres pasan fumando frente a nosotros y uno que otro hombre lleva saco y tenis. Una mona sajona se cree Marylin Monroe y de verdad que tiene rasgos parecidos.

En grupo caminamos hasta el Palacio Pitti, que fue residencia de los Médicis y ahora alberga obras de arte. Luego regresamos al Puente Vecchio para contemplar un hermoso atardecer. Ahí sí que tuve motivos para disparar la cámara, desde cuando empezaron a aparecer nubarrones color naranja, que luego se volvieron rojos hasta desaparecer más tarde en tonos violeta.

Los puentes sobre el Arno se reflejaban en las aguas del río produciendo un doblamiento de las imágenes. Hermosas esculturas en mármol decoran la orilla del río y bellos faroles antiguos encienden sus lámparas cuando llega la noche. Del otro lado se ven edificios continuos de no más de seis plantas.



Álvaro fue a recoger la camioneta y vino por nosotros para ir al Alto de Miguel Ángel cerca de la casa donde se cree que nació el famoso artista protegido de los Médicis. Allí hay una bella reproducción del David de Miguel Ángel sobre un pedestal.



Florencia me encantó. Ciudad bella y cosmopolita. Aquí también se ven jóvenes luciendo modas innovadoras y turistas de todas las edades y nacionalidades. Me encantaría volver…

Son las 10:30 de la noche, todos estamos cansado menos Álvaro quien quisiera seguir en actividad. Qué bendito para si tiene energía. A pesar de que maneja casi todo el tiempo es poco lo que se cansa. Así que a las 11:30 llegamos al Hotel Ibis y a dormir. 

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