2011/01/19

Padua

Viernes 18 de junio de 2010:

La salida hoy fue un poco más tarde, a las 9:30 porque necesitábamos dormir un poco más y algunos no tuvieron la precaución de dejar las cortinas abiertas para despertar con el amanecer. Pero muy bien, seguimos todos saludables, animados y disfrutando al máximo del paseo que, para mí, ha sido lo mejor: por la compañía del grupo, por la cantidad de cosas nuevas y bellas que hemos conocido, por todo,  ha sido algo espectacular.

Ahora suena en el equipo de música le canción ‘Sería Mentirte’ de Rafael Basurto con Los Panchos. Esa canción le gusta mucho a mi cuñado porque le sale con su esposa.



A la salida de Florencia pasamos frente a una inmensa rueda de triciclo. Y en la oración matinal incluimos el alma de los 20 mineros que fallecieron ayer en Amagá. Esta vez comenzamos a subir los Apeninos para luego descender al valle del río Po. Nos dirigimos hacia el nororiente en una hermosa mañana de verano.  Pasaremos por Bolonia, Ferrara y Padua, antes de llegar a Venecia, nuestro destino final. Más al Norte está Monza donde queda la fábrica de autos Ferrari, razón por la cual se corre allí una de las etapas de la Fórmula 1. La autopista inmejorable, claro, quienes la diseñaron hicieron muchos túneles de 500 y 800 metros de longitud. Al acercarnos a Bolonia ya estamos otra vez sobre terreno plano.



Jorge me comenta que según él Verona es la ciudad más bonita de Italia, por limpia, moderna y ordenada. Estaremos cerca pero no entraremos a Verona. Según el hijo de Margos los italianos son muy fanáticos de cualquier cosa: fútbol, tenis, política. Son afiebrados a morir. A diferencia de los colombianos, a los jóvenes italianos no les importa demasiado el futuro, sino disfrutar el presente aún a costa de cualquier riesgo. Cuando Jorge decía que era de Colombia, siempre asociaban nuestro país con la coca o con la imagen de Pablo Escobar. En la isla de Malta, por ejemplo, en donde estuvo Jorge, hay un bar que se llama Escobar y en la letra O tiene la imagen del narcotraficante colombiano.

Dejamos a un lado Bolonia y seguimos hacia Padua. Jorge piensa que para los adultos de Europa, los turistas son más un problema que una oportunidad. De ahí que muchas veces tratan mal a los foráneos. En general los italianos son muy ventajosos, cuando pueden, se aprovechan de la necesidad del turista.  En italiano hay muchas palabras para decir robo, atraco. En Suiza solo se utiliza una palabra, pues allí hay mucha seguridad. En Italia la carne de res es exageradamente costosa, mucha la traen desde Argentina o de ganado nacional engordado con heno lo cual resulta bastante costoso.

Ya estamos en el valle del ‘río de Italia de dos letras’. Por esta parte también se aprecian tambores de heno dispersos por los campos cosechados. Pero además se cultiva maíz forrajero, de plantas medianas que se utilizan también para alimentar ganado. Y el tráfico en esta vía sí es muy denso por la cantidad de camiones que vienen y van para el puerto de Venecia. Y entramos ahora a la región de Veneto, en donde está nuestro destino final: Venecia.



Gloria Elena nos recomienda al llegar a Padua, comprar una imagen de San Antonio,

‘ – porque ríanse lo milagroso que es. Yo lo comprobé
cuando se me perdió la tarjeta de Crédito. Me arrodillé
a rezarle, y al momento apareció’.

Al pasar frente a un campo de Golf Álvaro nos aclara cómo ese deporte ya no es de viejos gordos y ricos, sino de jóvenes profesionales que tienen que hacer cinco horas diarias de ejercicio para mantener un excelente estado físico y mental. Quizá eso explica por qué a Tiger Wood no le ha ido bien últimamente pues está distraído con sus problemas matrimoniales.

Al llegar a Padua nos quedamos extasiados con su plaza tan hermosa. La ciudad es apacible, tiene servicio de tranvía y parece ser un buen vividero. Es la una de la tarde, el día está espectacular, un sol fuerte ilumina toda esta ciudad tan encantadora. Unas 83 estatuas rodean el parque central. Hoy se ha reservado un sector del espacio público donde cultivadores venden frutas y verduras. Muchas señoras vienen en bicicletas a aprovisionarse de insumos para el almuerzo.



Entramos a conocer la Catedral de San Antonio de Padua que tiene arriba cuatro cúpulas semicirculares muy bellas. Por dentro el templo se ve un poco atacado con decorados en mármol, pinturas y relicarios en oro donde se conservan partes del cuerpo del santo patrono. Pero eso sí, las esculturas en mármol de santos y personajes bíblicos, son bellísimas. El manejo de los pliegues de los vestidos de estas imágenes es impecable. Qué realismo y cuánta perfección. 



A un lado de la iglesia están los claustros de los monjes alrededor de un patio central con magnolios gigantescos y una imagen de San Antonio ‘echando a volar’ a un niño. Y claro, como sitio de peregrinación que se respete, abundan los almacenes en donde se venden todo tipo de velones, reliquias, santicos, recordatorios e imágenes de San Antonio. Aquí Gloria Elena tiene suficiente para escoger.  Incluso venden un pan del Santo, especie de torta dulce.

Después del medio día nos sentamos en uno de los corredores extremos de la plaza a almorzar en el Caffé Diemme. Quedamos muy satisfechos con los platos elegidos: especialmente la carne de hamburguesa y el bistec en rodajas. El agua para tomar que pedimos nos la trajeron en botellas plásticas pero de un diseño muy bonito. De postre, un helado Pícolo, pero no hay como la calidad Mimos. Mientras almorzábamos pasó un señor impecablemente vestido. Eso sí tienen los italianos, que se visten muy bien y con gran gusto.

Fuera de la iglesia de San Antonio, cerca de la plaza principal hay otro templo de los jesuitas al cual no entramos. A las dos de la tarde continuamos nuestro viaje hacia Venecia a solo media hora de Padua o Padova, ciudad que a todos nos dejó encantados.  Pagamos el equivalente a cuarenta pesos por dos horas de parqueadero.


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